Ultimamente las cosas han estado un poco... como lo diría... un poco... no sé. Siempre he tenido bien claro lo que pasaría en mi futuro, tanto inmediato como el que le sigue. Esta es la primera vez en mi vida en que no tengo una dirección (o direcciones) definida(s). ¡Hay tantas opciones y no tengo ninguna!
Tal vez lo que más rabia me da es que estoy así por culpa de 4 idiotas que nada tienen que ver con mi trabajo. Nada. Zip. Cero. Pero pues, qué puedo hacer. Sólo que estoy haciendo, gústeme o no. Que más me inclino para este lado que para el otro.
Curiosamente, en estas tres semanas me ha inspirado (a falta de otro adjetivo o advervio o verbo, for that matters) esta canción.
No me preguntes porqué. Cada vez que la escucho me da un hormigueo en el epididimo que quizás confunda con esperanza. De eso vivimos los pobres.
Sí, lo sé. Yo también me sorprendí. Aunque en realidad no. No me sorprende. A menudo pienso que mi ateitud me permite practicar la cristiandad tal y como Chuíto espera de sus seguidores. Lo cual no quiere decir que estoy de buenas con su flan club. Digamos que en otras circunstancias, me hubieran barbiquiuzado en nombre del Páter Putativus. Supongo que para librarme del lloro y del crujir de dientes.
Amén.
El clima está del carajo en este carajo. ¡Carajo! Hoy vientos de Juracán, nieve la semana pasada, ¿y mañana qué? No quiero ni empezar a pensarlo. Mejor me voy, que me espera un galón de mantecado de triple chocolate.
Otra esquela. Ya la costumbre se vuelve espera. ¿Qué más puedo hacer? Por lo menos no he bebido, aunque me coma por dentro. El reloj tictactea y sonríe siniestro. Todos me dicen que espere.
Otro jueves de intentos. De los húmeros a la mala. Aquí vamos. Me emiliaron esto. Y no sé si me da esperanzas o me deprime porque no encuentro la abundancia anunciada.
Anoche tuve un sueño muy extraño. Soñé que estaba en la finca de mi padre, lo cual es recurrente. Pero esta vez, por alguna razón, me iban a ejecutar. Me acostaron en una camilla y me inyectaron con algo. Luego un narrador iba explicando a una audiencia lo que estaba pasando fisiológicamente en mi cuerpo, cómo el veneno actuaba paso a paso. Hasta que sentí el corazón explotar de tanto latir rápido. Luego la calma, el silencio.
Te juro que no soñé los latidos, el dolor ni el estallido.